Desde la semana anterior, las mariposas de la incertidumbre se posaron en mi estómago. El sábado, luego de varios días largos y llenos de trabajo, iba a ser la cita con los niños de la vereda Alto del Molino, un grupo de niños que cada sábado se dan cita en la Finca El Diamante para departir, aprender, sonreír de la mano de Ana Delia y su equipo de profesionales, quienes desde hace varios años dirigen la Fundación Ivonne Andrea. En la finca se prestan servicios de atención psicológica a los niños y adolescentes de la vereda, así como servicio médico y odontológico a bajos costos. Cada cierto tiempo asisten profesionales- voluntarios, de diferentes áreas, y realizan talleres como el que hicimos con los pequeños el sábado anterior.
En este caso, el mío, el taller tenía como título Las Mil y Una formas de contar un cuento, taller que reúne experiencias aprendidas después de casi 18 años de labor docente, en distintas instituciones de educación primaria, secundaria, media vocacional y superior, de la ciudad de Bogotá.
El camino estuvo tranquilo, de la mano del profesor Hernando Cepeda, Licenciado en Educación Primaria de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, un gran conversador y amante de la música clásica. El reggaeton y la estridencia de las emisoras fueron reeplazados por Le Mer, de Debussy, y entre oleadas de música se pasó el transcurso del viaje.
A la llegada, Ana Delia, la Jefa oficial, me presentó la finca, con sus zonas de cultivo, los salones de trabajo, los animales y el amor con el que reciben todos a los habitantes de la región. Luego conversamos con Santiago y su hermana, Alejandra, dos de los miembros más jóvenes de la Fundación. Él con imaginación a flor de piel, ella con sus sueños de dulce bailarina. Vino la foto respectiva con el certificado de participación, el ajiaco y el taller.
Iniciamos con la lectura de el cuento de los Siete Cabritos y el Lobo, cuento que me leía mi padre en mil versiones distintas cuando era una niña. Luego, apartes de la novela «James no está en casa», y finalmente, un cuento para los adultos «Tango y Melodía», que resalta la importancia de darle vitaminas al amor, con la consigna: «No solo los niños merecen que les lean cuentos. Lea con su pareja y el amor crecerá más».
20 niños y niñas de la vereda tuvieron la oportunidad de contar historias, imaginar personajes, reírse de los aciertos y errores de los demás, de escribir contra reloj y de encender el botón de la imaginación para dejarlo en ON durante el resto de la jornada.
En medio de la emoción de las historias, cantamos el cumpleaños de Jeifer, un niño sonriente y tímido quien celebró con el taller sus siete años de vida. Su primo Johan se destornillaba de la risa, mientras los demás cantábamos y aplaudíamos por la vida de uno de los niños de nuestro país, de los que no debemos olvidarnos nunca.
Laurita, la más pequeña de las participantes, se quedó profundamente dormida con el cuento de Los Siete Cabritos. Lorena fue una de las finalistas que más orgullo nos dio, pues no se quedó atrás con sus narraciones; July escribía emocionada, Santi nos sorprendió con cuentos de monstruos y zombies mientras los espectadores celebraban cada triunfo de nuestros nacientes escritores.
Juan Esteban fue el fuerte rival de Alejandra en el concurso de Cuento Láser, y de allí salieron varias historias en las cuales, una princesa y un unicornio, monstruos y zombies, naves espaciales y seres imaginarios de varias familias dieron vuelta por el salón y nos llenaron a todos de felicidad. Tanto niños como adultos tuvieron la oportunidad de dar rienda suelta a su «niñeidad» y pasar una tarde lejos de los asuntos de trabajo, de las emisoras ruidosas, de la rutina.
Cuando cayó el sol, las líneas de la carretera iban dando paso a la noche. Fueron las despedidas, los abrazos y las promesas del regreso las que amenizaron el final de la jornada.
No me queda más que agradecerles esta maravillosa oportunidad de diálogo con los niños y adultos de la Vereda de Molino Alto y desearles prosperidad y apoyo de muchas más personas en su trabajo.
Los llevo en mi corazón.